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El fuego nace de sus manos, el hielo se les va
de los dedos, caminan de dos a dos en un lugar donde hay más agua que tierra y
más lágrimas que promesas, sin tapujos o harapos que protejan, protejan de un
sol efervescente, hormigas en los pies, mordidas por zapatos, sangre por violoncello
y arena por respuestas.
¿Qué sucede si no deja de llover? -Claramente
abrirá la puerta, y entrarán los demonios.
¿Qué sucede si no empezamos a rezar? -Posiblemente quebranten las entradas y nos
comerán a todos.
¿Qué pasa si yo llego a morir? -Será el día más feliz de mi vida.
Así pues, en tierra de nadie, seguía lloviendo
hasta que el techo se cayera. Los demonios que merodeaban pudieron escarmentar
cuantas almas hallaran; un cielo oscuro pero verduzcamente resplandeciente
brillaba para las horas de la mañana, los relámpagos hacían notar su claro
poderío, ciegos quedaban los que atrevían
a ver tal danza prohibida.
Un día más en esta vida de lodo, un día más en
la tierra del fango, algo más por lo que deben luchar aquellos, que nacieron en
este siglo consagrado al pobre.
Un universo
Nadie lo entiende, pero todos lo exploran